Narciso y Eco...


Erase una vez que se era, en la antigua Grecia, un niño de una belleza sin igual llamado Narciso, hijo del dios del río Cefiso y de la ninfa Liríope.
Al nacer, el adivino Tiresias advirtió a sus padres: "Vivirá hasta viejo si no se contempla a sí mismo".
Así que los padres tiraron todos los espejos de la casa y le criaron con el temor de no observarse nunca.
Lo malo es que, como cada año que pasaba el chaval era más hermoso, todo el mundo le admiraba y consentía. Cuando Narciso era ya adolescente era el hombre más guapo de la tierra, pero era egocéntrico, dominante y prepotente. Es curioso que a pesar de no haberse visto nunca se sabía poderoso por el servilismo y devoción de los demás. Sabía que podía conseguir lo que quisiera...
Así que cuando Narciso se hizo un hombre, estaba ya cansado de hacer el amor con todo el mundo y nunca encontrar a nadie de su altura. Despreciaba a la gente y se recluía en el bosque para disfrutar de la caza.
Mientras tanto, en el Olimpo, Hera, la esposa de Zeus (los reyes del Olimpo, por así decirlo) estaba histérica. Su marido estaba todo el día engañándola por ahí. Uno de los adulterios favoritos de Zeus era tirarse a las ninfas. Hera quiso pillarlo, pero una de ellas, Eco, avisó a sus compañeras y se largaron antes de que Hera llegara. Ésta, al descubrir que Eco les había avisado, decidió castigarla.La pobre Eco fue condenada a repetir las últimas palabras de los demás y no poder expresarse por ella misma.
Un día Eco deambulaba por el bosque deprimida y vio a un hombre hermosísimo cazando (Narciso). Intentó atraer su atención agitando unas ramas, pero cuando Narciso preguntaba "¿Quién anda ahí?" sólo escuchaba "Ahí, ahí..."
Durante varios días Eco, enamorada y tímida, le observó cazar y dormir en el bosque. Un día decidió dejarse ver con la esperanza de que él se enamorara. Al verla, Narciso esperó que le alabara o le ofreciera sus encantos, pero ella no podía tomar la iniciativa... Así que a él le pareció que era una estúpida jugando a repetir todo lo que le decía ("¿Quién eres" y ella "eres, eres.."); y por eso la despreció cruelmente y se marchó a proseguir su caza.
Eco se quedó muerta de pena. Comenzó a vagar por el bosque, desdichada y melancólica, hasta que al final se debilitó y consumió. De ella sólo quedó su hilillo de voz, repitiéndolo todo, advirtiendo a los jóvenes los peligros de los corazones impulsivos...
Afrodita, diosa del amor, quedó conmovida por la historia de Eco y castigó a Narciso un día haciéndole llegar al un río y a beber de él. Narciso, cuando observó su reflejo en el río, quedó prendado de la belleza de aquel hombre. Nunca había visto a nadie tan perfecto y por primera vez se enamoró. Pero cada vez que intentaba abrazarle, éste desaparecía. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, dejó de comer y beber aguardando con ansiedad a que el otro respondiera en cualquier momento. Esperando una respuesta de su amado y obsesionado con su imagen, Narciso acabó muriendo desnutrido y amargado sobre la orilla.
Desde entonces, de las orillas de los ríos crece una flor homónima y se le llama eco al repetir de nuestras palabras en los espacios abiertos y vacíos.
Ovidio escribió de ésta historia: "Si peligroso es mirar de frente a la divinidad, no menos nocivo puede resultar fijar nuestra mirada en el espejo incierto del agua".

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